Raúl es de los mayores amantes de la vela y del mar que yo he conocido. Coincidimos en una travesía de 24 horas por Tabarca en un bonito velero de Santa Pola, el Olokun. Argentino, de sesenta y pocos años, al instante te transmite, con pocas palabras, la sabiduría de un maestro forjado en innumerables millas náuticas de navegación. Y es, sobre todo, un apasionado de la vela. Paseas con él por un pantalán y sabe sacarle lo mejorcito a cualquier velero, con ojos de enamorado pero también con la voz de la experiencia. Luego ves un yate de estos impresionantes y le dices: «Mira, Raúl, qué pedazo de barco». Y, como buen navegante a vela, su respuesta es: «Eso es una mierda. Eso no vale para nada.»
Para apoyar sus palabras os voy a contar una de sus aventuras con un velerito llamado Bocoy. Este barco, construido en Inglaterra, había sido abandonado en un puerto de la Islas Canarias. Un amigo de Raúl lo arregló y finalmente se lo quedó él mismo a muy buen precio. Se puso a prueba en pequeñas navegaciones entre las islas y finalmente se planeó una travesía a Madeira y Gibraltar. Era 1994 cuando el Bocoy se lanzó de nuevo al Océano. Saliendo de Palma con dos buenos navegantes franceses, Fan y Arnold, pusieron rumbo a Madeira y apenas a 5 millas de Funchal las averías forzaron a ser remolcados por salvamento. Se reparó el barco como se pudo ya que no había piezas de repuesto, con vistas a alcanzar Gibraltar, y Raúl se propuso llegar a Casablanca (Marruecos). Llegaron, con el motor de nuevo echando humo, y pasaron una semana visitando la ciudad marroquí, tanto por los problemas mecánicos como por el temporal. Desde aquí volvieron al sur de las islas canarias para hacer las reparaciones finales y los preparativos para la siguiente salida.
De nuevo se echaron a la mar, a cruzar el Atlántico, pasando junto a Cabo Verde, con un pronóstico de 21 días de navegación para llegar a Brasil justo para los Carnavales. Raúl se enamoró totalmente de Salvador de Bahía. Tanto que pasó allí 3 años. Después de este maravilloso periodo en Bahía, nuestro capitán se propuso navegar hacia el norte del Caribe. Para ello pasó por Fortaleza, Guayana francesa (Islas de la Salvación), Guayana neerlandesa (Surinam), Trinidad y Tobago, Granada y Venezuela. Aquí Raúl adquirió algunas piezas de ocasión para hacer reparaciones y poder seguir navegando. En Diciembre de 1998 puso rumbo a Islas Borrachas y a Isla de la Tortuga. El Bocoy surcó Bonaire y dejó a nuestro querido capitán perplejo con las aguas, la fauna y flora y la naturaleza en general que tienen estas latitudes.
Finales de Enero de 1999 y Raúl debe tomar una determinación sobre el rumbo de su embarcación y de su vida. Usando la lógica de su viaje, cruzar el canal de Panamá es la única ruta posible. A finales de Febrero sale de Curazao, cruza el golfo de Venezuela, y llega a principios de Marzo a Cartagena (Colombia). Durante el siguiente mes Raúl disfrutó de estas tierras y de sus gentes y hacia principios de Abril salió rumbo a la isla de Malpelo y con destino a las Galápagos (en Ecuador). El 1 de Mayo el Bocoy llegó a la isla de San Cristóbal. Durante un par de semanas, junto a otros navegantes del resto del mundo, disfrutaron de estas islas increíbles y, finamente, por motivos del grupo de 5 embarcaciones que viajaban juntas, se puso rumbo a la isla de Fatu Hiva.
Se prepararon, pues, para una travesía de casi 3000 millas hasta las Islas Marquesas. Con zonas en las que puedes encontrar todo tipo de vientos y corrientes Estas aguas polinesias fueron toda una experiencia para el capitán del Bocoy hasta que empezaron a soplar los vientos alisios de manera más constante. “Para navegar se necesita ser amigo del mar , las olas, y el viento , pero de vez en cuando hay que gritarles un poco para que se calmen o para que sople más fuerte”, dice Raúl. El 7 de Junio, tras 21 días, llegaron a Fatu Hiva, al sur de las Islas Marquesas. De ahí, demorándose para disfrutar de la tierra firme y de las maravillas de esas islas de la Polinesia francesa, pusieron rumbo a Atuona. La siguiente parada sería el Archipiélago Tuamotu. Y de ahí a Tahití. Pocos sitios en el mundo han impresionado tanto a Raúl como las islas de Papeete, archipiélago que de un lado son las islas de barlovento: Tahiti, Moorea, Tetiaroa, Mehetia y Mahiao y del otro las islas de sotavento: Bora Bora , Huahine , Maupiti, Raiatea y Tahaa.
Siempre apresurados por la época de huracanes por venir, el Bocoy puso rumbo a Aitutaki, en las Islas Cook. Y de ahí al archipiélago de Tonga. El siguiente punto del camino es uno de los lugares con que más emoción habla siempre Raúl: Nueva Zelanda. A finales de Noviembre de 1999 nuestro capitán llegó a Opua, al norte de este paraíso. Pasaron 6 meses saboreando estas tierras únicas, con milenaria tradición maorí y llenas de magia y fuerza de la naturaleza. Y, saliendo del puerto de Wangarei, Raúl puso proa rumbo a Fiji. A estas alturas el Bocoy y Raúl ya eran uno. En estas islas también pasaron juntos momentos y experiencias inolvidables. Hasta Septiembre de 2000, cuando pusieron rumbo a Nueva Caledonia.
Estas islas también permanecerán siempre en el recuerdo de Raúl y del Bocoy. Te habla de ellas y se te cae de verdad la baba. Pasaron un par de meses allí y hacia Noviembre tocó decir de nuevo adiós a las gentes maravillosas que fueron acompañando a nuestro navegante a lo largo de todo este largo camino. Los vientos y las circunstancias les obligaron a poner rumbo a Australia. Y aquí, unos 6 años después de salir de las Canarias, en tierra de aborígenes y canguros, terminó este viaje que sin duda marcó la vida y la mirada de Raúl.
Si queréis leer la aventura de Raúl con más detalle, escrita por él mismo y con sus fotos, podéis visitar su blog: http://bocoyalviento.blogspot.com/
Y si queréis conocerle y que sea vuestro patrón en el Bernat, no dudéis en escribirnos para que también vosotros disfrutéis de su conocimiento y experiencia.